03 abril, 2013

Google y la Privacidad de los Usuarios

Google se encuentra por estos días muy cuestionada sobre lo que respecta a la privacidad de los usuarios y los datos que recolectan de los mismos. La posible sanción a la que puede verse sometida en la UE nos da un vistazo claro de que muchos no están cómodos con el manejo que el gigante de Mountain View hace de los datos personales.
Esta situación se hace eco en los usuarios, haciendo que muchos tilden al buscador de espía, de traficante de datos, etc. Lo más paradigmático es que muchos de ellos llevan a cabo estos comentarios desde productos de la misma empresa, en donde es necesario acceder con una cuenta de Google.
Explicado lo anterior: ¿Que hace que los productos (excelentes) de Google sean gratuitos?. La respuesta es: La Publicidad. Publicidad que insertan en los márgenes de sus productos, y de manera contextual en diversas páginas. Microsoft, en su campaña "Scroogled", trataba de mostrar cómo Google tomaba palabras adjuntadas en diversos mensajes de los usuarios y los utilizaba como términos de búsqueda, para lograr introducir publicidades más acertadas. En en el vídeo mostraban cómo si introducías la palabra "mascota" en un mensaje, se te presentaban anuncios de veterinarias (comentario aparte: Lindo recurso de Microsoft de usar parte de su parva de dinero en una campaña de desprestigio en vez de aprovechar para mejorar su propio filtrado de spam, el cual es un desastre.)
Ahora: ¿Puede la gente ser tan ingenua como para creer que Google posee 500.000 empleados, encerrados en un gran salón, cada uno con su terminal, leyendo cada mensaje de los usuarios, las 24 hs. al día para lograr insertar la publicidad adecuada?, ¿O es más sensato creer que lo hay detrás es un gran algoritmo de búsqueda, que de manera automática asocia palabras o "tags" a determinados términos que se incluyan, en un proceso en donde la empresa ni se inmiscuye?.
Personalmente ello no me molesta en absoluto. Es más, logré acceder o descubrir locales, descuentos y productos gracias a los anuncios de Google.
Si las personas otorgan sus datos (nombre, fecha de nacimiento, dirección de email, dirección postal, etc.) para lograr gozar de un buen servicio y sobre todo, de modo gratuito, tienen que tener en claro que se van a volver "un poquito más públicos". En las licencias electrónicas que aparecen al inscribirnos en un servicio, licencias que la mayoría "acepta" pero que nadie se preocupa de leer, están detallados el uso y el destino de los datos que la empresa va a hacer de ellos. Google no es la Cruz Roja, el Ejercito de Salvación, ni la WWF.  
Google es una empresa, y como cualquier empresa posee un fin de lucro, ese lucro se obtiene cobrando por los anuncios a los anunciantes, y para hacer que esos anuncios funcionen y se dirijan a las personas correctas, crean algoritmos para compatibilizar términos.
Si existe tanto resquemor en esto, mi consejo es que cierres todas tus cuentas, y uses la web solamente para consumir datos y noticias. Creo que es más una cuestión de paranoia persecutoria que una preocupación real, al menos por ahora.

15 febrero, 2013

La Vida Misma

Este poema siempre me alienta a darme cuenta en la vida que las noches más negras conducen a los días más soleados, que detrás de cada problema se esconde una oportunidad y que siempre, pero siempre, podemos encontrar una enseñanza en cualquier circunstancia, y que nuestras peores páginas de nuestra historia no firman nuestro carácter sino que revela aquello que somos.  Fue escrito por Francisco Luis Bernárdez, un gran (y pocas veces valorado) poeta argentino que vivió casi todo el siglo XX.


Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.

10 octubre, 2012

Empezando a Bloguear


Marcos LupariaCon este blog quisiera empezar a escribir sobre libros y películas que me alumbraron, que me sorprendieron o que me cautivaron. No soy un crítico de nada sino más bien alguien que quiere dar su opinión sobre ciertas obras para que puedan ser de ayuda, de guia o de consejo a otros. La objetividad es imposible. Anteriormente, no todas las personas podían influir con sus pensamientos  sino  era a través de la palabra escrita, y que decir que la mayoría de esas personas  ni siquiera sabía escribir… con el paso del tiempo, y con la invención del papel, la imprenta, los períodicos, los libros, y finalmente Internet, ahora cualquier persona puede acceder a compartir sus creencias, sus ideas, su expresión al mundo… Claro que bucear en un sinnúmero de artículos sin sentido puede llegar a ser irritante, pero de vez en cuando, se pueden encontrar verdaderas perlas. No pretendo bloguear “perlas” pero si palabras que puedan ser informativas, divertidas o de aliento… cualquier fin vale. Y como Louis Pergaud, uno de mis autores favoritos, decía: “Nadie está obligado a leerme…” Un cordial abrazo a todos…

Cuando Digitalizar La Cultura se Vuelve Peligroso


Recientemente leí en la página de Internet del periódico “La Nación” una nota acerca de la proliferación de los libros electrónicos y los dispositivos que sirven para visualizarlos. Esta digitalización me deja un sabor agridulce en la boca: Entiendo que la facilidad de portar toda una biblioteca en un aparatito de 300 grs. puede ser tentador, que tener la posibilidad de variar la fuente en la cual leemos el libro hace que para muchos la lectura pueda ser versátil, o que contar con acceso a títulos que las editoriales ya no publican logra que irremediablemente muchos bibliófilos se vuelquen hacía esta nueva forma de lectura, pero sin embargo todo ello lleva a preguntarme: ¿Qué será de esa obra de Walt Withman en formato PDF de acá a quinientos años? ¿logrará “Cien años de soledad” transformarse en los sucesivos formatos que aparezcan? ¿Podrán esas obras inmortales legadas a la humanidad sobrevivir el paso del tiempo en formato digital?. El bienaventurado papel lleva probada su eficacia por más de 1000 años, pero la informática está en los 30 recién cumplidos, y por ahí encuentro viejos diskettes que ya no sirven, o CD´s rayados que ya no se leen.
Soy un amante de los libros en formato tradicional: no hay como el olor a libro nuevo, o el olor amaderado de un libro todo amarillento, al que visitamos de vez en cuando como si fuese un amigo olvidado, no concibo equiparar la sensación de tocar una pantalla multitáctil inerte o el clic del ratón a pasar una hoja con el dedo húmedo, aspirando todo el aroma que él libro nos regala, o entrecerrar los ojos para meditar sobre lo ya leído, dejando descansar el libro sobre nuestro pecho. Soy un convencido que la lectura se vive con todos los sentidos.
Lo anteriormente expuesto no quita que me sorprenda con la tecnología que hoy nos rodea. De hecho, soy un fanático de cuanto aparatito multitáctil, chiquito, brillante y pintoresco salga. Tampoco obsta a que adopte algunos títulos en formato digital… Lo que quiero decir es que de vez en cuando me dan escalofríos cuando se habla de volar de un plumerazo un hábito probado durante cientos de años, por algo que ni siquiera sabemos si es estable en un tiempo cercano. Si todavía hay escritores que prefieren escribir en una vieja Remington 80, porque van a desaparecer los que prefieren el papel a un monitor? Creo que ambas formas de acceder a la cultura pueden coexistir pacíficamente y aún complementarse. No veo en un futuro inmediato la bancarrota de todas las editoriales, o la quema masiva de bibliotecas. Simplemente considero que el formato digital se volverá un acceso masivo, enfocado a las revistas y a los periódicos  pero creo firmemente que el formato libro nos acompañará por varias décadas más, subsistiendo como opciones de lujo.
Ustedes que opinan? Un abrazo!

Mi Argentinidad


Quiero creer que en este bicentenario podemos ser doscientas veces mejores, como personas y como argentinos, que podamos corregir conductas estúpidas y viciosas que nos hacen parecer chantas y mentirosos, que podamos darnos cuenta que la “avivada argentina” es: una falta de respeto, una grosería y en algunos casos, un delito pero nunca podrá llamarse una virtud. Que como individuos somos geniales, pero como sociedad somos mediocres, que hay muchas cosas mas importantes que resolver antes que tratar el matrimonio homosexual, como por ejemplo la salud, la educación, la promoción de la industria y la seguridad. Por eso, si no llevo una banderita en la solapa, no es por falta de patriotismo, sino que es porque no quiero ser hipócrita, porque como persona y argentino tengo mucho que cambiar todavía y porque la bandera, como aquello que representa debe estar muy adentro en nosotros y no en nuestra solapa.

Desandar La Literatura


Hay obras perennes en la literatura, lecturas que magnifican el alma, que enriquecen, que cambian a un hombre después de leerlas. Obras que podrán gustar o no, que podrán despertar cualquier pasión o sentimiento, menos indiferencia.
Y cuáles serían algunas de esas obras y autores que forman parte del canon de clásicos y que no pueden faltar en la biblioteca? En esto he de dar mi humilde opinión
Los clásicos para leer y releer porque con el tiempo se van descubriendo nuevos sentidos son, por ejemplo: La Odisea, Los Salmos, el Quijote, Madame Bovary, Los Miserables, Crimen y Castigo, Orlando, Adán Buenosayres, Sobre Héroes y Tumbas, El Coronel No Tiene Quien Le Escriba, La Insoportable Levedad del Ser. Las poesías de San Juan de la Cruz, de Antonio Machado, de García Lorca, de Oliverio Girondo, Francisco Luis Bernardez, Mario Benedetti, Octavio Paz y Pablo Neruda. Los cuentos de Cortázar, de Mujica Laínez y de Borges. La Divina Comedia es una obra imprescindible.
No puedo dejar de mencionar los  libros de Thomas Mann como La Montaña Mágica y Los Budenbrock.
En cuanto a los contemporáneos recomiendo a Milan Kundera y a Paul Auster.
También en el registro de clásicos nunca faltan los griegos (Odisea, Edipo Rey, Antígona), los latinos (La Eneida), los españoles (Cervantes, García Lorca, Miguel Hernández), los rusos (Chejov, Tolstoi, Dostoievsky), los franceses (Flaubert, Balzac), los ingleses (Shakespeare, Dickens), los norteamericanos (Faulkner, Hemingway, Steinbeck). De la literatura argentina, la gauchesca (Martín Fierro), Borges, Cortázar; y de la hispanoamericana, Juan Rulfo, Pablo Neruda y García Márquez.
Y un breve repaso por los escritores contemporáneos como Umberto Eco, José Saramago, Beatriz Sarlo, Osvaldo Soriano y Marguerite Yourcenar.
Debo hacer una mención especial a las mujeres hispanoamaricanas como Marcela Serrano, Isabel Allende, Ángeles Mastretta y Rosa Montero.
Y por último: "Ulises" del genial irlandés James Joyce.
Espero les sirva.

Evaluación al Pueblo Argentino... Salú!

Estoy de acuerdo con que se reforme la Constitución Nacional para habilitar a la presidenta a una nueva re-re-elección, o una re-elección bis, o como se le quiera llamar. Antes de querer lincharme y dirigir epítetos irrepetibles hacia mi santa madre, déjenme explicarme: A estas fechas, el Gobierno Argentino carga con un marcado desprestigio. Suena irrisorio pensar que ese mismo Gobierno ganaba hace un año atrás las elecciones con un abrumador 54%. Hoy, queda ver como van a lidiar con los tres años que le restan por delante. Si tanto descontento y desprestigio arrastra consigo, entonces no habría problema que se presente para un tercer mandato, porque de seguro perdería. El punto que trato de demostrar acá es el siguiente: Una necesaria evaluación sociológica hacia el pueblo argentino. ¿Seremos institucionalmente maduros? ¿Volcaremos el actual descontento en las urnas para elegir a un candidato opositor? ¿O elegiremos nuevamente al actual gobierno, por tercera vez consecutiva?. Una Reforma Constitucional apurada puede volverse atrás (Constitución de 1949), pero la experiencia puede ser valiosa. Un gasto fiscal astronómico, casos flagrantes de corrupción a ojos vista, una inseguridad escandalosa, una política subsidial que no puede ser revertida, ataques hacia la libertad de prensa, baja pronunciada de la competitividad, política económica inexistente, una inflación galopante, endeudamiento interno progresivo, división de poderes inexistentes (donde se reta o reconviene a los jueces en absurdas cadenas nacionales como meros pre-escolares para que fallen conforme a los deseos del poder de turno), una Reforma de los Códigos Civil y Comercial llevada a cabo de manera chabacana, apresurada y con una absoluta falta de técnica jurídica, un Instituto de Estadísticas que se le ríe a la gente en la cara con cifras mentirosas, divorciadas de la realidad perceptible diariamente y así, podría seguir una kilométrica lista. Entonces, en las próximas elecciones daremos un salto como pueblo hacia una democracia abierta, plural y participativa, con una idiosincrasia común? o elegiremos este Gobierno por tercera vez?; si sucede lo último, la sentencia pronunciada por Montesquieu en su inmortal "De l'esprit des lois" hace casi tres siglos cobrará mas relevancia que nunca: "Todo pueblo tiene el Gobierno que se merece...". Allí habremos demostrado que somos nosotros los responsables de nuestro propio descenso y caída.

Marcos Luparia

29 agosto, 2012

Pobreza en Argentina: ¿Disminución o Reproducción?

Este es mi trabajo final de la Ayudantía de Cátedra de Introducción a la Sociología de la Carrera de Abogacía en la Universidad Blas Pascal (www.ubp.edu.ar)


POBREZA EN ARGENTINA: ¿Disminución o Reproducción?


Abstract

The aim of the following paper is to give a brief description about the current situation of poverty in Argentina and the welfare programs that have been implemented over the last ten years. The topic seems broad and the literature about it is vast. Poverty in Argentina has acquired new features since last years, with the reproduction of slums, high school dropout rates, the existence of black market labour, the growing number of urban areas and the abundance of welfare programs and social assistance whose only effect is to accentuate the social reality. Although such reality exists in all societies around the world, Argentine reality has certain characteristics and features of its own.

Besides, this paper is intended to attempt to establish whether the welfare social policies, so much in fashion during these times, can actually function as a relieving measure against poverty or, in contrast, can increase poverty rates.
I intend to search the norms of the Argentine system, which acts as any other system of social inequalities that reproduces itself and is transformed due to society´s influence. Such search and analysis are going to be based on the way the topic is dealt with in the book Sociology by John Macionis and Ken Plummer; more precisely, in chapter ten, whose title is “Classes, poverty and welfare”. However, consulting other papers and bibliography will not be excluded. The opinion given from the perspective of the social protagonism, which grants membership to the group to be studied, seems despicable and particularistic. I am going to try to do the analysis, nevertheless, with the methodological rigor that a paper such as this one deserves.
Resumen
En el siguiente trabajo, se tratará de establecer una breve descripción sobre la situación actual de la pobreza en la Argentina y de los programas asistencialistas que se fueron llevando a cabo en la última década. El tema en sí se presenta como vasto, y la literatura que se encuentra sobre la temática es abundante. La pobreza en Argentina ha adquirido nuevos rasgos durante los últimos años, con multiplicación de villas de emergencia, alta tasa de deserción escolar, informalidad en el mercado de trabajo, acrecentamiento de los centros urbanos y profusión de asistencialismo y ayudas sociales que no hacen más que acentuar una realidad social, que si bien existe en todas las sociedades del globo, no por ello deja de contar con características y rasgos que le son propios. Se tratará de establecer si las políticas sociales asistencialistas, tan en boga en nuestros días realmente sirven como un paliativo contra la pobreza o, si por el contrario, tiende a acentuarla y a reproducirla. Como todo sistema de desigualdad social, que se reproduce a sí mismo y que muta junto con el acontecer de la sociedad, se buscarán sus pautas, basando el siguiente estudio sobre el tratamiento que se le da a la temática en el libro “Sociología” de John Macionis y Ken Plummer, más precisamente el capítulo número 10 de dicho libro, el cual se titula “Clases, pobreza y bienestar”. No obstante, la consulta de otros trabajos y bibliografía no estará exenta.
Resulta siempre odioso y particularista la opinión vertida desde un punto de vista del protagonismo social que otorga la pertenencia al grupo que se trata de estudiar. No obstante ello, trataré de hacerlo con el rigor metodológico que un trabajo así, amerita.

Pobreza: Concepto, definición y medición.


La ideología acerca de lo que es la pobreza, dada la variación de cosmovisiones sobre el tema, no admite un único significado a lo largo del tiempo y sus variados usos. De todas las corrientes teóricas que se ocuparon de conceptualizarla, fue la corriente sociológica la que trató de describirla de acuerdo a la realidad cotidiana, definiendo conceptos como “línea de pobreza”, “satisfacción de necesidades básicas”, “pobres por ingreso”, “nuevos pobres”, etc. Conceptos que van a ser variables de acuerdo a la sociedad a la cual se apliquen.

El concepto de “pobreza” va unido invariablemente al concepto de “desigualdad”, y como la desigualdad es inherente a todas las sociedades modernas, es entonces que cabría preguntarse si es la “pobreza” una consecuencia necesaria para el funcionamiento de la sociedad.
Es allí donde surgen opiniones encontradas acerca de si la pobreza es consecuencia de los mismos pobres, o es una consecuencia del funcionamiento de la sociedad, donde se beneficia a unos y se margina a otros. Los distintos puntos de vista se dividen entre aquellos que ven a los pobres como “culpables” de su propia condición y aquellos que ven a los pobres como “víctimas” de la sociedad.
La primera corriente postula que es la falta de esfuerzo y ambición personal lo que provoca que muchas personas no logren ascender en la escala social y que se vean constreñidos a vivir en la situación de pobreza. De acuerdo a esta posición teórica pobres son aquellos que no quieren trabajar ni esforzarse para progresar, o simplemente se ven privados de motivación lo que los margina a vivir pobremente. Esto genera la “cultura” de la pobreza, la cual se traslada generacionalmente, ya que los hijos se resignan a la situación de los padres y se crea por ello una situación de “pertenencia” que trae aparejada la resignación de vivir en esa situación. Charles Murray, uno de los defensores de ésta teoría, creía ver que en ciertos barrios marginados de las grandes ciudades norteamericanas una subcultura que expresaba desdén por la ambición y el éxito personal. Aquellos que tenían esta apreciación, sólo se contentaban con vivir en el presente, sin preocuparse ni invertir a largo plazo. Inversamente, quienes viven en una mejor posición económica y social, tenían pautas de comportamiento distintas, donde se prioriza el trabajo y el ahorro.
Contrariamente a esta posición, aquellos que ven a los pobres como víctimas ven a la sociedad como la principal responsable de la situación de pobreza, ya que las estructuras sociales alientan un desigual reparto de recursos, lo que origina como consecuencia que unos tengan más y que otros vivan en condición de pobreza. Según William Ryan, uno de los mayores defensores de la teoría de la exclusión social, la pobreza no es necesaria o inevitable y que tal existe por la carencia de oportunidades y no por voluntad o defecto de las personas. La falta de ambición en los pobres es una consecuencia de la sociedad y no una causa de su falta de oportunidades. Para Ryan, las políticas asistencialistas tienen un efecto real al tratar de reducir la pobreza y procurar distribuir de una manera más igualitaria la riqueza[1].
A la par del nacimiento y desarrollo de la Sociología, como ciencia humana que estudia a la sociedad y su desenvolvimiento, fue surgiendo el estudio de la pobreza como situación ineludible de las sociedades modernas, a la que se ven sometidas alrededor del mil millones de personas diariamente. ¿Pero cómo se conceptualiza la pobreza? Paul Spicker, un autor británico, luego de hacer un exhaustivo estudio sobre las definiciones de pobreza dadas por diferentes sociólogos, llegó a la conclusión que la mayoría de esas definiciones ponen el acento en “la ausencia de satisfacción de un núcleo de necesidades básicas, en la falta de recursos para satisfacer esas necesidades, en la distancia entre la manera de satisfacer necesidades o el ingreso de ciertos grupos y el promedio de la sociedad o en la falta de derechos"[2].
Los primeros estudios científicos sobre la temática fueron llevados a cabo por el filántropo británico Charles Booth y por el sociólogo, también británico, Seebohm Rowntree, quienes llevaron a cabo estudios en las ciudades de Manchester, Londres y York. El método de estudio llevado a cabo por Booth consistía en recorrer amplias zonas de Londres puerta por puerta, contando la cantidad de personas que allí habitaban y los ingresos con los que contaban. Rowntree siguió un sistema similar, pero sus estudios sobre la problemática le llevaron un poco más de 50 años (1899-1951). El método de estudio llevado a cabo por Rowntree consistía en establecer los precios de una “canasta básica” de provisiones  y contraponer éstos con los ingresos de cada familia. Eran considerados pobres aquellos que no podían afrontar el costo de éstos productos[3] (en su mayoría, productos alimenticios).
Estos estudios poseen la particularidad de enfocar el problema de manera absoluta, definiendo como “pobre” a todo “aquél que no llega a un determinado nivel de ingresos[4]. Cualquier cálculo o estudio de la pobreza debía reducirse al análisis cuantitativo de los ingresos monetarios del grupo familiar.
Pero en las décadas de 1960 y 1970 empezó a surgir una nueva conceptualización acerca de la pobreza: la desigualdad social. El autor más representativo de esta tendencia fue Peter Townsend, quien hizo estudios relativos a la pobreza por un espacio aproximado de 50 años. Townsend conceptualizó a la pobreza como “la falta de recursos que son necesarios para permitir la participación en las actividades, costumbres y hábitos que son considerados como normales para la sociedad[5]. Es decir, Townsend da una definición de pobreza relativa, ya que no basa solamente la caracterización de la misma en la falta de recursos, sino en que pobres son también quienes no cuentan con los recursos necesarios para “participar” dentro de la sociedad.
La contraposición entre estos dos grupos de autores y los planteos sobre las necesidades y la pobreza, hacen surgir dos líneas bien diferenciadas acerca del carácter de la pobreza: la pobreza relativa y la pobreza absoluta. Cada uno de estos enfoques tuvo sus partidarios; Julio Boltvinik, académico y político mexicano, quién basó sus estudios sobre pobreza y distribución de los ingresos, y uno de los mayores partidarios del concepto de pobreza relativa señala que: “Cualquier conceptualización rigurosa de la determinación social de las necesidades refuta la idea de necesidades absolutas. Y una relatividad completa se aplica en el tiempo y en el espacio. Las necesidades de la vida no son fijas. Continuamente están siendo adaptadas y aumentadas conforme ocurren cambios en la sociedad y en sus productos[6]. Por otra parte, Amartya Sen, profesor de la Universidad de Harvard y ganador del Premio Nobel de Economía por su contribución acerca de las economías de bienestar, y un defensor acerca del concepto de pobreza absoluta plantea lo siguiente: “…hay un núcleo irreductible de privación absoluta en nuestra idea de pobreza, que traduce manifestaciones de muerte por hambre, desnutrición y penuria visible en un diagnóstico de pobreza sin tener que indagar, primero, el panorama relativo. Por tanto, el enfoque de privación relativa complementa y no suplanta el análisis de pobreza en términos de privación absoluta[7]. De acuerdo entonces a este análisis la pobreza se compone de dos elementos: un núcleo irreductible de pobreza absoluta, más aquella pobreza relativa, que impide la participación de las actividades comunes de la sociedad a aquellos quienes la sufren.
Más allá de las conceptualizaciones teóricas que puedan darse acerca de la pobreza, es necesario fijar en cada caso el “campo de estudio” sobre el cual se analizará cada variable, ya que la pobreza es aprehendida de formas diferentes de una sociedad a otra y a veces, la percepción de la misma varía de un grupo a otro. La pobreza o la privación de bienes que sufren los habitantes del África Subsahariana no es la misma pobreza que sufren algunos habitantes de los países de Europa Occidental. Unos lucharán día a día por su misma subsistencia con carencias alimenticias y de salud realmente graves, mientras que otros lucharan por su inserción en un mercado laboral que les es esquivo, pero con un Estado benefactor que suplirá cualquier necesidad devenida a consecuencia de la falta de trabajo. Es por ello que la pobreza adquiere matices diferentes en distintas partes del mundo.
Dicho trabajo tratará de establecer la medida de la pobreza en Argentina, desde la realidad que los marginados de la sociedad viven día a día, sin entrar en conceptualizaciones estadísticas, tratando de establecer cómo afectan las políticas asistencialistas la situación de la pobreza en Argentina, si realmente se erigen como un verdadero paliativo al problema o si solo son un medio más para multiplicarla.
Visiones sobre la pobreza en América Latina y en Argentina.
En América Latina parecen existir distintas cosmovisiones sobre la pobreza, que son aquellas imágenes interpretativas que se tiene sobre la pobreza en los distintos países latinoamericanos. Estas imágenes alimentan la discusión en torno al significado de la pobreza que se tiene en la región y que normalmente es compartido entre todos los países de América Latina y entre todos los agentes interesados, obviamente con las particularidades de cada caso.
Si bien estas distintas visiones pueden actuar de maneras independientes o combinadas unas con otras, determinan de cierta manera los modos estáticos de regulación de la pobreza que prevalecen en cada país. Para el caso argentino existe el consenso de que debe ser estudiado desde la Teoría de la Regulación[8], la cual es aplicada generalmente al campo de la economía política y designa el proceso dinámico de ajuste de los desequilibrios económicos y sociales, así como el carácter parcial de los procesos que llevan a cabo las instituciones vigentes. Pero desde luego que solo la experiencia permitirá juzgar la viabilidad de un determinado modo de regulación y la forma de adecuación a la sociedad que estudia.
El modo de regulación elegido pone en movimiento un sistema de procedimientos y comportamientos individuales y colectivos, los cuales se reproducen en las formas sociales a través de las formas institucionales determinadas históricamente, que tienden a reproducir y legitimar los modos de acumulación vigentes en una determinada sociedad.
Estos modos de regulación, lejos de ser dinámicos, sientan un precedente estático en la percepción de la pobreza, y generalmente son llevados a cabo por un agente en particular: el Estado. La idea de “estático” señala que las políticas sociales a favor de los pobres (o en contra de la pobreza) aplicadas por el Estado en la Argentina no tienen como objetivo la erradicación de la pobreza o la lucha contra esa problemática social. El sentido que aquí se le otorga a la idea de regulación es el de “mantener el equilibrio”, o asegurar un “funcionamiento correcto” conforme a los propósitos de organización social.
Es entonces cuando se percibe a las políticas sociales como “pautas administrativas” para el manejo de la pobreza. Esta “administración” de la pobreza no se presenta como una característica privativa de la Argentina, sino que adquiere rasgos propios en cada país latinoamericano, excepto contadas excepciones[9]. Lo que cabe preguntar es acerca de las causas por las cuales este problema persiste, a diferencia de otras partes del globo que supieron impulsar políticas públicas que lograron erradicar casi por completo a la pobreza y sus consecuencias sociales.
Dentro de las particulares visiones existentes que tratan de explicar la pobreza y su posible solución, se encuentra la visión “modernista-tecnocrática” que entiende a la pobreza como una enfermedad contra la cual hay que luchar para erradicarla para que ésta a su vez no infecte al resto del cuerpo social sano. Esta visión toma como referencia el pasado y entiende el problema como una falla identificada con la formalidad salarial de la población. Dentro de esta misma visión existe una variante tecno-liberal que es propiciada por los organismos de créditos internacionales, la cual propone el crecimiento económico de la sociedad como “cura” contra la “enfermedad” de la pobreza. La solución a esta “enfermedad” sería una política económica sana que permitiría, a largo plazo, la revalorización de los activos económicos de los más pobres, así como la acrecentación de los mismos. Esto les permitiría ejercer su libertad individual como productores potenciales, aumentando su potencial humano con políticas que permitan su reinserción en el mercado laboral, o por medio de micro-emprendimientos con los cuales puedan lograr la independencia económica.
Una segunda visión aplicable sería la “asistencial-represiva” en donde la pobreza se percibe como un peligro social y político del cual habría que ocuparse mediante la asistencia, la reeducación y la represión. Esta visión cuenta con cierta ambigüedad ya que no establece si el peligro son los pobres en sí mismos (individual o colectivamente) o si el problema es la pobreza en sí misma, la cual conlleva la disolución de los lazos sociales y deriva en acciones disruptivas. En esta visión se le atribuye al pobre la falta de esfuerzo, previsión y emprendimiento, lo cual deriva en la acusación de cierta inmoralidad por haber llegado a esa situación. La solución que presenta esta visión es la represión en el caso de los pobres “malos” que transgreden las leyes o la asistencia como modo de control social, aplicable a los pobres “buenos”.
Y una tercera visión plausible de aplicación sería la “caritativa” que entiende a la pobreza como inaceptable en sí misma como fundamento ético y reclama solidaridad hacia los afectados. Esta visión tiende a desnaturalizar la idea de derechos sociales y ciudadanos en pos de una ética personal entre el donante y el receptor, generalmente llevada a cabo por una organización. A diferencia de la filantropía privada que primó en décadas pasadas, actualmente la caridad es ejercida a través de organizaciones que se especializan en ella y justifican en ella su razón de ser. Dentro de esta misma visión está la corriente que promueve la solidaridad de los pobres entre ellos mismos, mediante la “auto-organización”. En este escenario la acción caritativa estaría fundada en la capacidad colectiva de los pobres para encontrar solución a sus propios problemas.
Estos modos de regulación deben ser comprendidos como formas generales de gobierno y administración compatibles con ciertos modos de regulación económica, política y social. La tesis general es que en la región latinoamericana prevalece la visión “asistencial-represiva”,  y si bien la faz represiva estuvo siempre presente, en los últimos años se denota una mayor presencia de lo asistencial gracias a las nuevas técnicas de gestión que sobrevinieron con los gobiernos democráticos, luego de los regímenes militares que asolaron a la región durante las décadas de los ´70 y ´80.
Pero estas visiones no se encuentran de manera exclusiva, sino que adoptan características de una y otra. Ejemplos de ello serían algunas características provenientes de la visión tecno-liberal, ya que últimamente se promueve una reeducación económica de los pobres y un comportamiento eficaz en el mercado, y por otro lado, la permanencia de la visión caritativa se sostiene en la idea de “participación” motorizada por las llamadas “organizaciones no gubernamentales” (ONGs). Pero esta participación no se promueve en términos de “participación política” como sucedía durante los años 60, sino como “participación económica” mediante propuestas del tipo de “economía solidaria” o “economía popular”.
Pero en todos los casos, las diferentes combinaciones de los distintos modos de regulación estática de la pobreza se sustentan sobre una misma lógica: los pobres deben ser socialmente regulados de un modo diferente, por medio de instituciones diferentes y en condiciones diferentes respecto de cómo son regulados socialmente aquellos que participan de manera “normal” en la sociedad (por ejemplo, los asalariados plenos). Estas formas diferentes de regulación para los que viven en situaciones de pobreza incluyen, entre otras, el perfeccionamiento en técnicas de administración clientelísticas que cobran mayor importancia a medida que se aprestan los ciclos electorales.
En los hechos, no hay ninguna intención o pretensión de erradicar la pobreza, sino de gestionar el problema para que sea funcional al modelo social que se propugne. Es evidente que si la pobreza desapareciera, ya no quedaría nada para administrar.
Por lo tanto, para la evaluación de las políticas de la pobreza en América Latina en general y en Argentina en particular, es necesario comprender el modo de regulación estático de la pobreza que se encuentra en cada sociedad, en donde no puede hablarse de diferentes modos de lucha en contra de la pobreza, sino de administración de políticas dirigidas a la regulación de la pobreza.
La Pobreza en la Argentina durante el siglo XX
En el siguiente apartado se buscará una aproximación general sobre la pobreza y su medición en Argentina en el último siglo durante distintos períodos socioeconómicos, así como distintas versiones del Estado que los llevaron adelante, dejando de lado detalles históricos para lograr contextualizar, de manera somera, el marco sobre el cual derivaron las políticas asistencialistas que se fueron llevando a cabo, y sobre las cuales se ha basado toda la construcción ideológica que han desembocado las políticas asistencialistas actuales durante la última década.
Durante el transcurso del siglo XX pueden observarse tres grandes momentos socioeconómicos y versiones estatales de los mismos en donde pueden delimitarse las políticas asistencialistas llevadas a cabo. Estos períodos pueden dividirse de la siguiente manera: el régimen conservador, que abarcó desde principios del siglo XX hasta mediados de la década del ´40, luego el régimen de acumulación de posguerra que abarcó desde fines de la década del ´40 hasta la década del ´70, y por último el régimen de acumulación mundial desde fines de la década del ´70 hasta principios del siglo XXI[10].
En una primera etapa, durante el régimen conservador, la pobreza se identificaba con la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, la cual vino aparejada por la transición del modelo agroexportador (modelo que hoy está en ciernes nuevamente) a la temprana industrialización, junto con una fuerte migración externa que favoreció la concentración en las áreas urbanas, y que luego dio paso a una creciente organización de la clase trabajadora, que empezó a movilizarse con demandas crecientes, revueltas y muestras de descontento. Estas clases trabajadoras comenzaron a poner en tela de juicio a las clases dominantes, enjuiciando su legitimidad. Al convertirse esta masa trabajadora en la nueva “cuestión social” con la que el Estado debía lidiar, la respuesta represiva fue dando lugar al reconocimiento de las demandas sociales, por lo cual el Estado tuvo que asumir funciones que dieran respuesta a todas aquellas demandas. Esto llevó a una mayor injerencia estatal en la regulación de la relación capital-trabajo.
En ese entonces la asistencia social, si bien estaba instrumentada y subvencionada por parte del Estado, era administrada por organizaciones privadas que destinaban los recursos de modo atomizado a situaciones particulares. Este sistema se reveló como ineficaz en poco tiempo. Es por ello que, para recuperar el consenso y el ejercicio del control social, el Estado comenzó a centralizar el control de la asistencia que, junto con la complementación con otras funciones dirigidas a mejorar la calidad de vida de los trabajadores, se inició una etapa de política social que alcanzaría su apogeo en el periodo siguiente.
La segunda etapa que experimentaron las políticas sociales fue el período de la acumulación de posguerra y se extendió durante casi tres décadas. Durante este tiempo, por medio de la generación de una mayor producción y un consumo masivo, la ocupación alcanzó los niveles más altos que se vieron durante todo el siglo XX. En este periodo, el Estado de Bienestar que se implementó en la mayoría de los países occidentales, también lo hizo en Argentina, el cual aseguró los niveles de ingresos necesarios para lograr establecer las condiciones para la reproducción del capital. En este periodo el empleo asalariado se hallaba muy extendido, con progresiva distribución de los ingresos. El sistema de políticas sociales se había vuelto muy vasto y extendido, y políticas asistencialistas como el salario indirecto implicaron un mejoramiento en la calidad de vida de los trabajadores. Pero si bien la sociedad estaba experimentando una movilidad ascendente en general, la pobreza no desapareció pero si mantuvo una magnitud relativa. Pero la versión argentina del Estado de Bienestar no era plena, ya sea por una idiosincrasia distinta, por diferentes pautas culturales, o por la histórica forma de hacer política en nuestro país, la cual significaba el intercambio de prebendas a cambio de poder político. Estas características imprimieron al sistema de políticas sociales rasgos contradictorios, ya que se trataba de promocionarlo como un sistema universalista, integrador y solidario pero comenzó a comportarse como un sistema corporativo, muy fragmentado ya que empezaron a proliferar la agregación de cuerpos autónomos de seguros sociales que estaban vinculados a grupos laborales específicos (gremios y sindicatos), que contaban con beneficios mayores o menores según su acercamiento o congraciamiento con el poder central. Al aparecer estos cuerpos autónomos, la política social estatal propiamente dicha comenzó a destinarse a la población que no estaba amparada por el sistema de seguros sociales, por su precarización o su nula inserción en el mercado laboral. Al ser una masa relativamente pequeña y al poseer una muy limitada capacidad de presión por no estar corporativizada, lograron que este sector contase con una debilidad intrínseca dada su situación, lo cual derivó a que se le considerase como el área privilegiada para el desarrollo de actividades clientelísticas.
La tercera etapa se desarrolló durante mediados de la década del ´70 y se extiende hasta nuestros días. Esta etapa corresponde al sistema de acumulación mundial e implica una regresión respecto al modelo anterior, ya que la sociedad se vuelve a encontrar polarizada por la concentración de poder y riqueza en manos de unos pocos privilegiados, mientras que la mayoría de la sociedad se ve empujada a la exclusión, una clase media cada vez más endeble dada los períodos inflacionarios de las últimas décadas, y un grupo de pobres cada vez mayor dada la inclusión de “nuevos pobres” o “pauperizados”[11] que caen bajo la línea de la pobreza. Los índices de empleo demuestra que las condiciones mejoraron para los asalariados que cuentan con una situación laboral “en blanco”, pero ha empeorado para aquellos que se ocupan a sí mismos en trabajos transitorios, sin estabilidad ni permanencia, quienes se han visto empujados a vivir en las afueras de las grandes ciudades, en cinturones de emergencia, o las conocidas “villas miserias”. En este nuevo escenario se ha producido un retorno al Estado subsidiario con un rol compensador focalizado en los sectores más desfavorecidos, pero las características históricas que se revelaron en el pasado siguen impregnando las nuevas políticas sociales: fragmentación, prebendas, privilegios, clientelismos, poca eficacia en la implementación de los mismos, y poco planes sociales que busquen la pronta reinserción laboral y escolar de los individuos, tienden a favorecer el círculo reproductivo de la pobreza.
Más allá de las elucubraciones teóricas sobre los distintos modelos de Estados que se llevaron a cabo y la manera en que encararon las políticas sociales y asistenciales, cabe destacar el aumento del gasto público destinado a subsidios privados que se llevó a cabo desde el año 2003 en adelante.  
La crisis que sufrió el país en el año 2001 dejó profundas huellas, no solo por sus catastróficos efectos económicos (caída en más de 10 puntos del PBI) y políticos (renuncia del Presidente, Dr. Fernando de La Rúa, y una sucesión ininterrumpida de cinco presidentes interinos en el lapso de dos semanas), sino también que tuvo grandes consecuencias en materia social, donde el desempleo trepó hasta el 24,5% y la cantidad de pobres se ubicó por encima del 50%[12].
Si bien es cierto que en los últimos diez años la situación social fue mejorando paulatinamente, y el desempleo actualmente posee un dígito (alrededor del 9,8%), no es menos preocupante que el gasto del PBI en asistencia y planes sociales se haya multiplicado diez veces desde el año 2003 al 2011. A fines del 2011 los subsidios sociales llegarían a los $60.000 millones de pesos. En el año 1993, el año donde el INDEC sacó la primera estadística, los subsidios correspondientes no llegaban a $5.000 millones.[13]
De todo lo expuesto, se desprende que el gasto público destinado a subsidios particulares, no solo ha crecido, sino que lo ha hecho de manera exorbitante. Esto puede verse como corolario de la situación social acuciante en los últimos años.
La Pobreza en la actualidad, una nueva cuestión social.
Los últimos diez años se presentaron como una panacea a la pobreza que vivía la Argentina, por medio de políticas asistencialistas que incluyen subsidios en dinero, asistencia alimentaria por medio de bolsones, entrega de ropa y útiles escolares, etc.; pero cabe preguntarse: ¿Es realmente este un verdadero remedio contra la pobreza, o solo es un paliativo que tiende a reproducirla? En cada período de la historia argentina las políticas asistencialistas, en su último ratio, se han mostraron insuficientes a la hora de reducir la situaciones de pobreza en la que viven inmersos miles de argentinos día a día. Cuando en la Argentina de principios del siglo XXI se habla de pobreza, no se hace referido solamente como la carencia de recursos económicos, sino que sus efectos contaminan muchas de las áreas que hacen al progreso de la sociedad, como es la educación (alta tasa de deserción escolar, recursos pedagógicos insuficientes, deficiencia en el aprendizaje, malinterpretación del fin que debe cumplir la escuela en la sociedad, etc.), en la salud (alta tasa de mortalidad infantil en los sectores carenciados, mala o deficiente alimentación, dispensarios de salud abarrotados, etc.), en la planificación familiar (los hogares carenciados tienden a tener un mayor número de hijos que los hogares de clase media y clase alta, lo que lleva a un ciclo de reproducción de la pobreza) y en la integración social (se genera un cierto resentimiento por parte de los sectores más pobres hacía los sectores más ricos y, a la inversa, se genera un sentimiento de desconfianza de los sectores más ricos hacia los sectores más carenciados, estigmatizándolos como parias, vagos, delincuentes, haciendo que actúen de cierta manera, en una profecía de autocumplimiento, lo que a su vez genera un mayor recelo). Todos estos planteos merecen una propuesta de superación, pero la superación de estos problemas debe ir acompañada con un reconocimiento de la ciudadanía de las clases más bajas, equiparados en los mismos derechos y oportunidades, con nuevas actitudes y compromiso social, y también con una serie de medidas (las políticas asistencialistas son una de ellas) que tiendan a efectivizar los mecanismos para llevar todos estos cambios a cabo y los cuales tiendan a lograr no solo la reducción de la pobreza, sino la reinserción social. Esto no solo requiere del esfuerzo estatal para lograrlo, sino del accionar de cada actor social.
En este escenario, la asistencia social se presenta como uno de los principales mecanismos compensatorios y legitimador que actúa en el escenario de la pobreza. El carácter residual con el cual es visto se transforma en crucial para muchos sectores a los cuales es destinada, los cuales se encuentran imposibilitados por sí mismos para lograr procurarse su subsistencia. La finalidad de la asistencia social trasciende los fines exclusivamente materiales. En la asistencia social también se vehiculizan otros aspectos distorsionados en la percepción de quienes la reciben: La creencia común de que la asistencia social es un derecho adquirido, que el Estado tiene la “obligación” de proporcionarles dicha ayuda, los hijos de las personas que reciben dicha asistencia incuban en ellos las mismas ideas, ya que nunca vieron trabajar a sus padres o trabajando en empleos altamente informales, sin un sentido de permanencia, lo que lleva que se repitan las mismas estructuras de pensamiento de generación en generación[14]. Es así como la asistencia social conlleva también un impacto en la reproducción material y simbólica de la pobreza, no solo en las condiciones de vida (los montos de los planes sociales no permiten acceder al nivel de vida de la clase media), sino también en la configuración del entramado social que atraviesa los espacios de la pobreza y que estructura desde la vida cotidiana de los hogares hasta las relaciones barriales de poder, haciéndoles presa fácil de toda clase de clientelismo político. De esta manera impacta en la construcción de las identidades y subjetividades colectivas.
La heterogeneidad de la pobreza.
Pero la pobreza, como unidad de estudio, no se presenta así en la realidad de las personas que la padecen. La pobreza se presenta de manera heterogénea dada la multitud de situaciones particulares que la padecen. En esta diversidad se presentan dos posiciones extremas, que podría ser llamado el estrato superior y el estrato inferior de la pobreza, y entre estos dos extremos un sinnúmero de situaciones que se acercan más a una u otra posición.
En el estrato superior suelen encontrarse los procesos generales de empobrecimiento, los cuales pueden ser a causa de factores como el desempleo, la precarización en el mercado del trabajo, y los endeudamientos a largo plazo. Las personas afectadas por ellos son, en general, las pertenecientes a las clases medias, como asalariados y pequeños comerciantes, quienes han sido recientemente perjudicados por el descenso de sus ingresos y por el proceso inflacionario que vive la Argentina en la primera década del siglo XXI. Mientras muchos de estos hogares se mantienen un poco por encima de la línea de la pobreza, con susceptibilidad de caer por debajo de ella, muchos otros están empezando a engrosar el sector de los llamados “nuevos pobres” (o pauperizados – ver nota n° 9 al pie de página), cuyos ingresos no alcanzan a la canasta básica de subsistencia o se encuentran fluctuantes dadas las condiciones de temporalidad en las situaciones de empleo.
En el estrato inferior se encuentra la pobreza crítica de orden estructural, la cual afecta a una gran cantidad de hogares. Estos hogares, generalmente de composición muy numerosa, desarrollan su cotidianeidad en condiciones de privación muy por debajo del “mínimo aceptable”, según el grado de desarrollo de nuestra sociedad. Tal estado de privación no solo se refiere a la precariedad extrema de las viviendas y a las deficiencias sanitarias con las que cuentan, sino que en este escenario se revelan carencias aún más primarias: alimentación insuficiente, vestido y salud. La imposibilidad de estos grupos familiares de asegurar para sus miembros los mínimos requisitos calóricos para su mantenimiento biológico es quizá el parámetro más contundente a la hora de ubicar a estos grupos por debajo del límite de la supervivencia que depende de la asistencia alimentaria externa. Estas carencias básicas tienen impacto sobre otros aspectos como la educación, la participación social, el mercado de trabajo, etc. lo cual genera que el círculo de la pobreza se transfiera generacionalmente y cuyo horizonte de superación aparece muy lejano, dado el modelo de exclusión social que se viene cristalizando en nuestra sociedad. Sobre esta estructura de pobreza extrema se afianzan otros fenómenos, que si bien no son ajenos a la sociedad toda, se potencian en estos barrios dada la situación de exclusión en la cual viven, siendo manifestaciones de la pobreza extrema conformando un panorama social conflictivo: desagregación familiar, violencia doméstica y barrial, explotación de género e intergeneracional, alcoholismo, drogadicción, delincuencia. Estos comportamientos no solo se materializan en las villas de emergencia o en los barrios de clases bajas, sino que son situaciones que son llevadas a toda la sociedad.   


Las políticas asistenciales en su nivel de ejecución.

Lo dicho anteriormente trata de establecer una breve descripción acerca de la pobreza y quienes la sufren. Aquí se buscará establecer el nivel cotidiano en el cual la asistencia social es llevada a cabo, que planes en concreto se establecen, quienes son los sujetos  que la reciben y cuáles son las prácticas y relaciones que se generan en torno a ella. Si bien este campo de estudio no deja de estar gobernado por la disciplina de trabajo social, no por ello queda exento su tratamiento sociológico.
En su nivel de ejecución, las políticas asistencialistas se mueven en un entramado sumamente complejo, atravesado no solo por varios planes y acciones de gobierno que suplen necesidades diferentes, sino en la multiplicidad de organismos por los cuales son llevadas a cabo. Si bien existen innumerables planes asistenciales orquestados por los distintos niveles gubernamentales, ya sea a nivel municipal, provincial, o nacional, esta profusión de acciones sociales instrumentadas no significan eficacia ni cobertura satisfactoria en la paliación de la pobreza. La proporcionalidad de los niveles de pobreza y la consecuente presencia asistencial no apuntan hacia la “lucha” por la superación de la pobreza, coherente con el conjunto de la política social, sino que dado nuestro contexto sociopolítico más amplio, estos planes asistenciales remiten a las funciones de legitimación y control social por parte del poder político.
Luego del establecimiento de los planes asistenciales que van a llevarse a cabo, su instrumentación, las pautas de elección de los grupos destinatarios de los mismos, los organismos estatales o las ONG a las cuales el Estado haya encomendado la tarea en la distribución de los mismos y las partidas de presupuestos destinadas a tal fin, el último escalafón es el momento en que la asistencia llega a los destinatarios. El acercamiento a estas instancias en la ejecución de los planes asistenciales muestra la complejidad que adquieren las políticas sociales en esta perspectiva. Aquí comienzan a confundirse distintas acciones asistenciales las cuales provienen de distintos sectores de la política social (Asistencia Social, Salud, Educación y Previsión Social), donde aparecen entremezcladas esferas estatales de distinto nivel y actores no gubernamentales en una gran diversidad de formas, como instituciones, fundaciones, asociaciones religiosas y civiles, sedes vecinales, etc.
Como se estableció en un principio, lograr un análisis objetivo acerca de la eficacia de estas políticas, o acerca de si los fondos destinados a planes sociales son suficientes o no, o sobre lo efectivo de su implementación, resulta prácticamente imposible, ya que no dejará de estar subsumido de alguna manera por opiniones preconcebidas, animosidad, o simplemente teñido de algún dejo de opinión. Claro que al tratar de establecer la eficacia o ineficacia del sistema, no puede ser dado de manera objetiva ni aún con datos estadísticos, ya que incluso éstos pueden ser objeto de manipulación, según se quiera exaltar o denostar a la actual política social llevada adelante por el Estado. Dada esta advertencia, debe hacerse notar la irracionalidad y los “vicios” del sistema de política social de nuestro Estado, profundizado por un proceso de degradación y de desestructuración, los cuales se encuentran potenciados en el área asistencial.  El sector de Asistencia Social es el más rezagado del sistema y en los últimos años se ha convertido en reducto privilegiado para el clientelismo, dada la escasez de recursos, la irracionalidad con la cual se lleva a cabo la distribución, sin estudios sociales previos, únicamente manejado pautas macro-sociales como cantidad de hijos, situación de embarazo, o situación de desempleo, la creación de nuevos planes asistenciales o discontinuación de otros dejados al simple arbitrio discrecional del Poder Ejecutivo, la temporalidad del personal técnico, y la extrema dependencia de vaivenes políticos. Su configuración se ve compuesta principalmente por diversas modalidades de asistencia alimentaria (dirigida fundamentalmente a la población materno-infantil, haciéndose extensible también a los ancianos), subsidios directos y pensiones (Plan “Jefes y Jefas de Hogar”, Plan “Asignación Universal por Hijo”, Plan “Familias”, Plan “Adultos Mayores”, etc.), y el resto destinado para emergencias (catástrofes, inundaciones, terremotos, etc.).
En lo que se refiere a los subsectores públicos de Salud y Educación, también existen diversos planes[15]: Plan “Programa Nacional de Inclusión Educativa”, Plan “Volver a la Escuela”, Plan “Programa Remediar”, Plan “Atención Geriátrica del PAMI”, etc. Estos son algunos de los muchos planes sociales que existen instrumentados desde distintas áreas del Estado, a veces superponiéndose unos con otros. En estos dos subsectores públicos de Salud y Educación el Estado actúa por abandono produciéndose su deterioro, fallas en su infraestructura, mantenimiento e insumos necesarios, temporalidad, extensas jornadas laborales y bajas remuneraciones, sobre todo en el sector de Salud, lo cual redunda en prestaciones de muy baja calidad e insuficientes a una demanda creciente. Además estos sectores no solo que deben actuar dentro de las competencias de sus respectivos campos, sino que muchas veces se ven supliendo asistencia alimentaria y reparto de vestimenta proveniente de la caridad.
En el subsector público de Previsión Social la inacción del Estado se manifiesta específicamente en la reducción de sus prestaciones (jubilaciones y pensiones) que si bien aumentan en muy baja medida, las mismas se ven diluida dada la incorporación al sistema de personas en edad de jubilación, que gracias al desempleo o a la informalidad en el trabajo (“trabajo en negro”) nunca aportaron. Al ser tan bajo el nivel de las remuneraciones percibidas por los jubilados y pensionados en las categorías más bajas, éstas muchas veces deben ser suplidas con asistencia alimentaria temporal[16].
Para lograr un panorama más amplio acerca de la política asistencial, en cuanto se presenta en su plano de ejecución como un entramado de acciones diversas llevadas a cabo por actores distintos, se puede diferenciar:
Asistencia alimentaria: Bajo la forma de comedores, ollas populares, entregas de alimentos, bolsones. El espacio físico donde es llevado a cabo puede ser en escuelas, hospitales, unidades sanitarias, dispensarios, sedes político-partidarias, iglesias, sociedades de fomento, centros vecinales, etc. Los destinatarios son fundamentalmente la población infantil y en menor medida, madres embarazadas y ancianos. Alguna de estas acciones pueden estar enmarcadas en planes y programas, nacionales y provinciales, y otras pueden provenir de iniciativas privadas, como sociedades de fomentos, o grupos religiosos. Los recursos que se canalizan para esta clase de acciones provienen principalmente de recursos estatales y en ínfima medida, complementados con otros provenientes de donaciones, trabajo voluntario, acciones caritativas, etc.
Subsidios en dinero: Aquí se incluyen los planes sociales implementados por el Gobierno Nacional, canalizados por medio del Ministerio de Acción Social, conjuntamente con el ANSES (Administración Nacional de Seguridad Social). Entre ellos cabe mencionar a los planes “Jefes y Jefas de Hogar” y el plan “Asignación Universal por Hijo”. También se incluyen las pensiones por discapacidad y vejez, las cuales pueden ser de origen nacional o provincial, canalizados a nivel municipal.
Otras clases de subsidios: Los cuales se componen de entrega de ropa, elementos para la vivienda, colectas de alimentos no perecederos, etc. Esta clase de ayuda es de tipo ocasional, orquestada generalmente por asociaciones o fundaciones privadas, realizadas en iglesias o en centros vecinales. La mayoría de estos elementos provienen de donaciones.
El efecto de los rasgos asistenciales en la pobreza.
Habiendo dado un panorama general acerca de las distintas clases de planes y políticas sociales que existen en Argentina, llevadas a cabo por intermedio de diferentes actores y por una multiplicidad de organismos estatales y privados, esta “profusión asistencial” lejos está de significar cobertura y asistencia. El sistema se ve abarrotado de beneficiarios, lo que conlleva que el sistema presente características como parcialidad, temporalidad y discriminación, las cuales surgen del análisis de los contenidos materiales, frecuencia, tipo y cantidad de población bajo asistencia.
Por parcialidad se entiende en primer lugar a que éstas acciones solo se dirigen a ciertas necesidades en la multiplicidad de implica la pobreza y, en segundo lugar, hace referencia al grado de satisfacción de cada necesidad específica. Esto se observa aún en la necesidad más elemental, como es la alimentaria, aun constituyéndose como el sector destinatario principal de todo el conjunto de las políticas asistenciales. Su cobertura es parcial, ya que hay grupos necesitados que no son alcanzados por el beneficio o que carecen de conocimientos para poder tramitarlos, y dentro del grupo de los  beneficiarios, las sumas o las cantidades percibidas no satisfacen plenamente las necesidades que se tratan de paliar.
También mucho de los planes asistenciales otorgados poseen como característica la temporalidad de la cobertura, la cual obedece a criterios muchas veces arbitrarios, así como también en lo que respecta a la elección de los destinatarios, la cual se establece bajo dos criterios: edad y situación. La edad abarcativa mayormente de los planes sociales son los niños y los ancianos, mientras que por situación se comprende generalmente a las mujeres en períodos de embarazo, y en menor medida, por razones de enfermedad. Estos criterios de aplicación a la hora del otorgamiento de los beneficios (generalmente los jóvenes y los adultos nunca son objeto de asistencia directa, mientras que las mujeres jóvenes lo son en la medida que se encuentren embarazadas, lo que generalmente ocurre en determinada franja etaria. Atrás de estos criterios se encuentra el precepto de “no viciar” a la fuerza de trabajo, desalentándola a insertarse laboralmente mediante la asistencia a jóvenes y adultos, lo cual no deja de poseer un grado de incoherencia ya que esto guarda relación con el grado de desempleo que precisamente los que más lo sufren son hombres y mujeres jóvenes en edad laboral.
Dada entonces la magnitud de las necesidades objeto de la cobertura asistencial, ésta posee un status complementario. Pero si se aprecia desde los escasos recursos con los que cuentan los hogares destinatarios de estos planes asistenciales, el complemento se vuelve principal y/o como único satisfactor si ambos sostenes del hogar cobran cada uno asignaciones. La relevancia que este paliativo posee para los destinatarios es innegable y esto puede aún inferirse de sus opiniones. Esta satisfacción parcial, aún en la persistencia de la necesidad, es atenuada constantemente por medio de la medida asistencial. Este estado, el cual debiera ser un estado de “paro” transitorio, o un paliativo mientras que los destinatarios se encuentra en una capacitación laboral, sucede que la mayoría de las veces se transforma en un estado de “normalidad”, lo que empieza a crear estructuras de pensamiento acerca de la persistencia de esa situación de pobreza, lo cual crea la idea derecho “natural” de los destinatarios a percibir dicha asistencia.
Como los destinatarios no cuentan con otros medios para atender a su supervivencia, o poseen medios muy precarios, esto implica que la asistencia no solo no atenúa la reproducción de la pobreza sino que su importancia contextual es un indicador de la magnitud de ésta.
Casi no existen evaluaciones a la hora de tratar de establecer la eficacia de las políticas asistenciales, del impacto material que éstas poseen, aunque si existen parámetros indirectos, que aunque no sean estudios científicos ni sociales, corroboran éstas afirmaciones; a nadie le son ajenas la multitud de villas de emergencia que se han ido creando alrededor de las grandes ciudades argentinas, o la alta tasa de desnutrición o de deserción escolar que existe en los asientos urbanos-marginales, la peligrosidad que implica vivir dentro de éstos asentamientos, la precariedad de las viviendas y vestimenta, la falta de servicios básicos como gas natural, cloacas, calles pavimentadas, etc.
La conclusión a la que puede arribarse es que la asistencia, si bien posee una suerte de efecto paliativo en las situaciones de pobreza, tiene un reducido impacto en la erradicación de ésta[17]. Esta parcialidad e ineficacia de la asistencia es también sostenida por sus destinatarios, dada la insuficiencia de la misma a la hora de suplir sus necesidades, ya que en ellos también priman conceptos como “orgullo”, “dignidad” y “amor propio”.
Es por ello que puede hablarse de una eficacia simbólica en lo que se refiere a las políticas asistenciales. Así como existe una fragmentación en las manifestaciones de la asistencia y de la pobreza, también existe esta fragmentación en la representación de los sujetos que la componen. Los ejecutores y los destinatarios, los cuales pertenecen a diferentes estratos sociales, pero los cuales se encuentran vinculados unos a otros por esta trama en la cual se entrelazan diversas cuestiones, desde laborales, familiares, sociales, hasta la propia necesidad y en la cual subsisten diversas motivaciones y posturas ideológicas, configuran un mapa muy diverso pero, sin embargo, las representaciones y concepciones que existen acerca de las situaciones de pobreza suelen ser muy homogéneas. Las interpretaciones del conjunto de los sujetos y el sentido que le otorgan a la práctica en torno a la asistencia indican un sustrato común: el sostenimiento de viejos prejuicios en orden a la “culpabilización de las víctimas” (muchas veces sostenida aún por ellas mismas), en referencia a que las situaciones de marginación y pobreza en la cual se encuentran es de exclusiva responsabilidad de quienes la padecen, matizando estas culpas con la situación socioeconómica actual.
La funcionalidad de la asistencia en lo que se refiere al sostenimiento del orden político se hace obvia en el carácter clientelista con que muchas veces es otorgada, repartiendo beneficios económicos a cambio de sufragios. Pero la impronta del clientelismo va más allá del voto. Muchas veces existen es entregada bajo oscuras motivaciones que buscan obtener no solo votos, sino una fidelización ideológica con el gobierno de turno. Es en esta instancia en donde se relacionan cara a cara destinatarios y ejecutores, donde confluyen la necesidad de la pobreza y su pseudo-palitivo, donde la gravedad de ciertas situaciones de pobreza confluye con la insuficiencia de la asistencia. Es aquí donde comienza a surgir preconcepciones acerca de la pobreza, la culpabilización de las “víctimas” y en cierta medida la aceptación de la desigualdad, no solamente por las clases alta y media, sino también aún por los mismos “pobres”. Es por ello que se crea un acérrimo rechazo entre  las diferentes clases, lo que impide que exista socialización, a no ser de manera esporádica y circunstancial, entre una y otra clase, lo que no hace más que avivar la desconfianza y el temor. No es extraño que a los pobres se los tilde de “vagos”, “delincuentes”, “lacras”, calificativos que tienen su contrapartida en sus calificativos a las clases más altas: “chetos” y “turros”. Esto indica que en una misma sociedad, en nuestro caso la argentina, coexisten culturas diferentes, con sus modismos, valores, ideas, pensamientos que son diametralmente opuestos unos de otros y cuyos estratos no se entremezclan, a no ser de manera circunstancial y en base a fines muy concretos.


Propuestas y perspectivas futuras dentro del Modelo Asistencialista.
En este sistema, las políticas asistencialistas deberían ser valoradas como propuestas de superación en el actual modelo socioeconómico, basadas en la equidad y en la ciudadanía, que aseguren a toda la población, como sujetos de derechos, un mínimo nivel de vida considerado digno. Dentro de la generalidad de las políticas asistencialistas, en donde se establece un planteo “dar-recibir”, deberían explorarse otras posibilidades de ejecuciones asistenciales en otro sentido, que son aquellas que propugnan las pequeñas transformaciones a nivel microsocial. Estas propuestas sugieren el aprovechamiento de las potencialidades dentro de espacios concretos, en donde se sugiere no tratar a los pobres como una masa informe, en donde se conciba que los mismos medios deban funcionar para todos de la misma forma. Se pueden establecer microemprendimientos como huertas, crianzas de animales, talleres de oficios, microcréditos a tasas muy bajas de interese (no por la devolución concreta de los préstamos, sino el ingreso a una conciencia de ahorro y bancarización), educación móvil, en grupos reducidos, etc. Las iniciativas privadas llevadas a cabo por asociaciones, fundaciones y Universidades son ejemplos interesantes de lo que puede lograrse sin muchos recursos, pero con organización y trabajo duro a este respecto. Además dentro del núcleo de la pobreza existe una solidaridad innata, que puede ser aprovechada en diversas maneras en pos de la formación de identidades comunitarias propias.
Se presentan muchos caminos y posibilidades dentro de las políticas asistenciales, pero dado los antecedentes y la idiosincrasia argentina, un panorama de cambio en el rumbo de la política social se presenta como muy adverso, desde que ya se estableció que los intereses que primaban a la hora de otorgar los beneficios no obedecían únicamente a un verdadero espíritu caritativo y de superación.
En el actual esquema, los beneficiarios de los planes sociales adoptan un papel receptor-pasivo de los beneficios y el Poder Central se ubica como un dador-pasivo de los mismos. Si se buscara una proactividad desde ambas partes, en pos de la mejora del nivel de vida y la capacitación de los individuos, en donde los planes sociales se visualicen como temporarios, dada la inminente inserción laboral o capacitación para ejercer un oficio, las situaciones de pobreza empezarían a dejar de ser tales, contando con una verdadera movilidad social ascendente. Pero la materialidad de toda acción posible se vuelve vana si primero no se revaloriza la concepción subjetiva del “pobre”, como sujeto con igualdad de derechos y oportunidades, no solo por parte de toda la sociedad, sino también desde la autoconcepción que los sectores más pobres poseen de sí mismos, y si además se lo dejara de considerar como objetivos políticos que solo cumplen con la finalidad de acrecentar el número de votantes para los gobiernos de turno, y si realmente se les empezara a considerar como sujetos con potencialidades innatas y que merecen poseer una mejor calidad de vida.
Dentro de los organismos institucionales, desde donde se orquestan las políticas asistenciales, existen dependencias y medios que se entrecruzan, haciendo que la política asistencial esté desordenada, lo que implica un desaprovechamiento de recursos económicos, institucionales y humanos. El Ministerio de Acción Social, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Economía, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios y el Ministerio de Educación son algunos de los organismos estatales por medio de los cuales se les da curso a una infinidad de planes sociales: planes alimentarios, planes de vivienda, planes de subsidios, planes educativos, etc. Debería buscarse una centralización, por medio de un organismo único, al cual se le asigne una partida del presupuesto anual, y el cual contase con dependencias desde las cuales se pueda orquestar los diferentes planes, la selección de beneficiarios, los plazos de duración y entrega de los mismos, como así también la selección de las organizaciones, tanto públicas como privadas, que van a ser parte de la instrumentación.
Pero esperar un cambio en las actuales políticas de gobierno es una esperanza remota a la hora de lograr tales objetivos sociales.
Conclusión.
Desde la mirada de un observador imparcial ajeno a la realidad argentina, en donde se midiera a la Nación en números, pareciera que por el perfil del país en el cual habitamos sería imposible imaginar situaciones de pobrezas tan abyectas como las que se viven en algunos rincones del territorio nacional. Argentina es una nación en donde casi no existen situaciones de analfabetismo comparado con otros países de Latinoamérica, donde la riqueza de razas conlleva características únicas, donde la diversidad de recursos naturales y potencialidad productora de alimentos hace imposible pensar en situaciones de hambre tan absurdas. Pero sin embargo, el número de pobres en nuestro país, a principios del siglo XXI, posee siete cifras. Dada la poca credibilidad que actualmente posee el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo), hay una disparidad del número de pobres en la Argentina. El organismo oficial establece el número de pobres en alrededor de 2.800.000, mientras que las consultoras privadas establecen este número en más del doble: alrededor del 5.700.000[18]. Y a pesar del enorme porcentaje del PBI que se destina a los planes sociales, ésta no disminuye. Es entonces que se debiera dejar de observar a la pobreza como una consecuencia puramente de índole económica. Las razones de la pobreza se deben buscar en la historia, en la cultura, en los valores del pueblo argentino. La solución no se encuentra en una entrega cada vez mayor indiscriminada de subsidios, en pos de contar cada vez con un mayor número de “presos políticos”, sino en que las políticas sociales deben comenzar a ser “inclusivas”, en el sentido de garantizar una verdadera re-inserción de aquellos considerados pobres, en la faz social, educativa, laboral y económica. Hay sobrados ejemplos en naciones extranjeras en donde graves ciclos de pobreza, con una adecuada política estatal y social, lograron convertirse en verdaderos milagros económicos y sociales (algunos países del sudeste asiático y de Europa Oriental son ejemplos de esto). No parece imposible que una Nación, otrora considerada “el granero del mundo”, y que hoy en día aún posee grandes recursos, no solo naturales y económicos, sino también humanos, pueda transitar por la misma senda. Argentina se ha convertido en un caso de análisis internacional dadas sus contradicciones. Y es por esas mismas contradicciones que puede establecerse como un referente social, al volver a promover la cultura del trabajo, la educación y el esfuerzo. Las políticas asistencialistas debieran ser replanteadas en pos de lograr un verdadero giro que haga posible un crecimiento sostenido para cada familia y para cada actor social  y no como un simple paliativo de índole económica que no hace más que desvalorizar el esfuerzo personal.

Bibliografía Consultada




    “Sociología” – MACIONIS, John; PLUMMER, Ken – Ed. Pearson-Prentice Hall, 2007.
·         “Estudios sobre pobreza en Argentina (Aproximaciones Teórico Metodológicas)” – PAVCOVICH, Paula; TRUCCONE, Damián. – Ed. Eduvim (Universidad Nacional de Villa María), 2008.
·         “Sociología” – GIDDENS, Anthony – Ed. Alianza, Madrid, 1996.
·         “El Estado Benefactor: Un paradigma en crisis” – ISUANI, Ernesto; LO VUOLO, Rubén; TENTI FANTINI, Emilio. – Ed. Miño y Dávila, Buenos Aires, 1991.
·         “La Modernización Excluyente” – BARBEITO, Alberto; LO VUOLO, Rubén – UNICEF-CIEPP, Ed. Losada, Bs. As., 1992.
·         “La Pobreza… de la política contra la pobreza” – BARBEITO, Alberto; LO VUOLO, Rubén; PAUTASSI, Laura; RODRIGUEZ, Corina – Ed. Miño y Dávila, 1999.
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[1] Este desarrollo teórico puede encontrarse en: MACIONIS, John; PLUMMER, Ken, “Sociología - ¿Son los pobres culpables de su propia condición?”, Ed. Prentice Hall, pag. 274-275; año 2006.
[2] SPICKER, Paul, “Definitions of Poverty: Eleven Clusters of Meanings”, citado en GORDON, D., SPICKER, P., (eds.), The International Glossary of Poverty, 1999.
[3] ROWNTREE. S., Poverty, A study of town life, Londres, 1902
[4] ROWNTREE. S., Poverty and Progress, Londres, 1941
[5] TOWNSEND, P., Poverty in the United Kingdom: a survey of household resources and standards of living, Harmondsworth: Penguin Books, 1979.
[6] BOLTVINIK, J., Métodos de medición de la pobreza. Conceptos y tipología; Socialis N° 1, Buenos Aires, UBA/UNR/Flacso, 1999.
[7] SEN, Amartya., Three notes of the concept of Poverty. Oxford, Clarendon Press, 1982.
[8] El siguiente desarrollo conceptual puede profundizarse en: LO VUOLO R. - BARBEITO A., La nueva oscuridad de la política social, CIEPP - Miño y Dávila, Bs. As., 1993
[9] Las excepciones en América Latina pueden encontrarse en países como Chile y Uruguay, los cuales han reducido notablemente sus índices de pobreza. (Índice de Desarrollo Humano, ONU, 2010)
[10] XVI Congreso Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social – ALAETS/ACHETS – Chile, 1998.
[11] “Pauperizados”: De esta forma se denomina al tipo de pobreza que más se extendió en el proceso de las últimas décadas. Se trata de amplios sectores de clase media afectados por una movilidad social descendente que resulta de la reducción del mercado laboral y la precarización del empleo (si bien las cifras de desempleo se vieron reducidas en los últimos años, también es cierto que el trabajo en situación precaria aumentó y existe una inflación que no acompaña a los salarios). De esta forma, el descenso de los ingresos no permite a estos sectores mantener el nivel de vida con el que contaban, sufriendo un deterioro en las condiciones de vida que los acercan a los sectores históricamente pobres, los pobres estructurales, aunque sostienen con éstos, fuertes diferencias culturales.
[12] INDEC, Estadísticas sobre empleo, 2002.
[13] FERRERES, O. “Dos siglos de Economía Argentina” (2010). Los datos del año 2011 de dicho autor son estimativos. De hecho, la cifra de $60.000 millones fue superada, de acuerdo a consultoras privadas, como “Demos Copia” y “Equis”, y los fondos destinados a planes asistenciales rondan actualmente los $66.000 millones de pesos.
[14] FREDIANI, R. “La riqueza de la pobreza
[15] Pág. del Gobierno de la Nación: http://www.argentina.gov.ar/argentina/portal/paginas.dhtml?pagina=323
[16] GALIN – NOVICK, La precarización del empleo en la Argentina, CEAL – OIT – CIAT – FLACSO, Buenos Aires - 1990
[17] GRASSI, E., HINTZE, S., NEUFELD, M., Políticas Sociales, Crisis y Ajuste Estructural. Espacio – Buenos Aires, 1994
[18] Informe de Empleo y Desarrollo Social – UCA (Universidad Católica Argentina), 2011.